martes, 19 de febrero de 2013

Fighting

En la situación actual del país somos muchos los que estamos luchando por sobrevivir. Y es una mierda. Es una mierda porque pierdes la esperanza. Intentas luchar, ser mejor, para poder seguir flotando en lugar de ser de los que se hunden con el barco. Pero la situación es muy difícil. Cuando intentas buscar trabajo, independientemente de que te esfuerces mucho o poco en hacerlo, no paras de lidiar con rechazo de manera casi constante. Desde los currículos enviados y no respondidos hasta, si tienes suerte, las entrevistas infructuosas. Y nuestra mente tiene un límite. Nuestra autoestima va decreciendo de manera exponencial, rechazo tras rechazo, negación tras negación. Cada vez nos sentimos menos personas y más trapos. Normalmente, cuando estamos en esta situación lidiamos de dos maneras diferentes con ello:
  • Por un lado tenemos a los que deciden dejarse hundir. Total, para qué. Está todo tan roto a tu alrededor que por más que cambies no vas a conseguir nada. Por más que estudies, nadie te va a llamar para un trabajo; por más que te arregles, tu pareja no te va a volver a mirar con lujuria; por mejor que comas, no vas a dejar de ser el hipopótamo que eres. Estás de camino al fondo ¿qué más da todo?
    Seguro que al leer esto habéis pensado en alguna persona de vuestro alrededor, o incluso en vosotros mismos. El problema con esta actitud es que normalmente va acompañada por una tremenda falta de objetividad. Dejamos de intentar las cosas sin saber siquiera si funcionarán. Cansancio puro de agotadora lucha diaria contra el rechazo. Piensas que todo está tan sumamente jodido que nada de lo que hagas va a tener un efecto en tu entorno ni en tu vida, que todo es tan inútil como pintar en el agua. ¿Sabéis que es lo que me parece más difícil en el mundo? Luchar contra uno mismo. Lo demás es superable. Todo lo demás. Pero cuando tú mismo eres quien pone las piedras en el camino... Pero es normal que las pongamos. Todos nosotros, ante la suficiente cantidad de presión, acabaríamos en este camino. Algunos pueden tener su límite muy lejano y no dejar de luchar ni aún viviendo en una caja de cartón, pero normalmente tras unos años de lucha, nuestros ánimos tienden a caer en picado y cada vez nos parece más inútil lo que hacemos. Además, no ayuda nada que los que han "seguido en la ola", sin tener que preocuparse en exceso durante años, en lugar de comprenderte te menosprecien por no haber sido capaz de seguir sus pasos.* Solo consiguen echar más leña al fuego en la destrucción de tu autoestima.
  • Por otro lado tenemos el automachaque. Llega un momento en el que, por más que te intentes autoconvencer sobre que el problema está ahí fuera y no eres tú, empiezas a sentirte menos y menos válido. Empiezas a sentir que todo podría cambiar si hicieras más que la miseria que haces. Llegas a pensar que de los cuarenta millones de cosas que se te ocurre que puedes mejorar, crees que alguna, mágicamente, cuando la cambies, te hará alcanzar la meta que buscas. Igual es aprender un idioma nuevo. Es razonable, ¿no? Igual es aprender dos idiomas nuevos. Hay mucha gente que sabe cuatro o cinco y tiene trabajo. Igual es eso y hacer deporte. Y cuidarte. Y aprender a mecanografiar mejor. Porque 300 pulsaciones por minuto NO son suficientes. Y ser socialmente aceptable. Los raros no triunfan, así que aprende a ser sociable. Y ser más culto. Y dormir bien. Acabas llenando tu vida de cientos de miles de objetivos que nadie en su sano juicio es capaz de cumplir. Pero sientes que la única culpa de que tu vida sea una mierda, la tienes tú. Esto lleva asociado tremendas cantidades de estrés y autocrítica. Intentas estar tan pendiente de todo lo que estás haciendo mal que no ves las cosas que haces bien y te acabas odiando más de lo que es sano odiar nada. 
Lo razonable sería colocarse en medio de las dos posiciones, tratar de mirar a tu alrededor con la máxima objetividad posible y tratar de separar entre lo que vale la pena cambiar y lo que no, lo que es razonable autoexigirse y lo que es algo externo de lo cual no nos podemos culpar. Pero como siempre, tratar de encontrar el equilibrio entre dos extremos cualquiera es muy difícil. Nos podemos culpar de dejadez por no ir arreglados a una entrevista, pero no es razonable culparse por el resultado de la misma. ¿Dónde está la línea? Yo, por lo que he visto, es mejor intentarlo que no.  Es fácil y cómodo dejarse hundir. Se sufre, pero al menos no tienes que esforzarte y ver cómo se va por la borda todo el trabajo que has realizado para intentar alcanzar un objetivo en particular. Pero eliminas del todo la posibilidad de mejorar. Y no es que de momento mi lucha esté dando unos resultados increíbles, pero alguno da. Pequeñas frutillas un poco amargas. Pero quizá de aquí a un tiempo haya cultivado una cereza o una manzana. Trato de mantener el equilibrio, por difícil que sea.

¿Cuál es vuestra posición ante situaciones así?


*A toda esa gentuza que nos mira con menosprecio desde su pedestal de éxito social les digo: ¿Qué habéis hecho vosotros para estar donde estáis? ¿Cuántos de vosotros no han tenido padres acaudalados que se han encargado de limpiaros el culo, prepararos el almuerzo y fregaros los platos hasta los veintimuchos para que vuestro foco de preocupaciones se limite a aprobar una asignatura y emborracharos el fin de semana? ¿Cuántos de vosotros habéis realmente tenido dificultades en vuestra vida? ¿Cuántos os pagáis ahora mismo vuestros propios gastos en lugar de chupar del bote? ¿Cuántos le decís que no a ayuda externa porque preferís no salir el fin de semana y ser autónomos a aprovecharos de vuestra familia o de vuestra pareja para no tener que negaros a esa cervecita con los colegas? Poneos frente al espejo y tratad de imaginar detrás de vosotros a todas y cada una de las personas que os han ayudado a llegar a donde estáis. Ahora imaginad dónde estaríais sin todas esas personas. Y ahora, con un poco de abstracción por vuestra parte, tratad de entender que no todo el mundo hemos crecido en un entorno así.